El invierno no es solo una estación.
Es una forma de sentir.
Todos los años el invierno llega afuera y hace frío, todo está más quieto, va lento, el cuerpo se cierra un poco. Hay poca luz, más silencio, más niebla. Dan ganas de hacer nido, cuevita.Pero a veces también el invierno sucede adentro. En forma de contracción, de oscuridad ¿decime si no lo sentís cada tanto?
Este último año me está tocando habitar un invierno interno y se hace largo.
Un tiempo en el que no todo es claro, en el que no florece casi nada.
Se siente incómodo. No hay demasiada luz disponible, y ojo, no es que no hay momentos buenos, pero que ganas de que todo frene porque no puedo seguirle el ritmo. No veo germinar las semillas que sembré (proyectos, cambios, propósitos, objetivos) Y eso que aré la tierra, la aboné, pero… cri cri. La incertidumbre. La pausa. El vacío. Ni una pista de lo que viene, y por momentos la tristeza y la angustia.
No pretendo que esta sea una carta bajón, al contrario. Quiero traer conciencia de ciclicidad, yo se que esto va a pasar y llegará la expansión, porque así es la naturaleza. Cícilica. Así somos.El invierno es un gran momento para practicar honestidad. Puede ser el invierno del clima o el invierno del alma, o ambos.
Honestidad con lo que sentimos. Con lo que ya no somos. Terminar de soltar lo que quedó viejo, y fortalecer las raíces para nutrir lo demás a futuro.
La brújula es la confianza en el vacío fertil.
¿De qué te tenés que desprender todavía?
¿De todas tus semillas cuáles querés ver crecer en los próximos meses?
¿Cómo te vas a sostener en la contracción? ¿Qué te nutre en el proceso? Es por ahi.
Qué lindo leerte! Me hiciste acordar a la historia del bambú y a esos años en que parece que no va a crecer nada y luego en unas semanas crece un montón.
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